Llamado el Grupo de Toronto, estas Hermanas viven desde Hunstville a Pickering. De izquierda a derecha: Hermanas Elaine Hogan, Karen Bennett, Margo Shafer y Joanne Colligan
POR LA HERMANA MARGO SHAFER
Conforme la Congregación se mueve hacia adelante con nuestros planes para el futuro, se me ha pedido que reemplace a una Hermana quien se tomará un año sabático muy merecido.
Para poder hacerlo así, tendré que dejar un ministerio del que he sido parte desde el principio. Yo fui una de los primeros miembros de la junta que formó la caridad llamada, El Centro de Reunión para el Crecimiento y la Curación. El objetivo del Centro de Reunión es el de proveer apoyo a la salud mental para personas de bajos ingresos que están lidiando con los efectos de trauma emocional o abuso. Nos incorporamos como caridad en el 2003.
Al principio se avanzó muy despacio y difícilmente ya que éramos una caridad muy pequeña. Batallamos para encontrar suficientes fondos financieros para que pudiéramos seguir adelante, pero teníamos fe que el Señor proveería para cumplir con nuestras necesidades. La caridad estaba basada en Toronto al principio, pero servía a las personas de Gravenhurst, Bracebridge, Peterborough y Toronto. Se nos dijo que estábamos muy dispersos cuando aplicamos a fondos del gobierno, así que tuvimos que centralizarnos.
En diciembre del 2006, la directora ejecutiva Marie-Luise Bechthold y su socia Karyn Gilchrist compraron de la renombrada facilitadora Marge Denis, el centro de retiro Still Point en Huntsville. Al año siguiente, la caridad se mudó a Huntsville, también.
Con recursos limitados, fue una curva de aprendizaje para apoyar a clientes con desafíos de salud mental. Al principio no tuvimos un marco específico de tiempo para dar consejos. Mientras más aparente se hizo la demanda, más nos dimos cuenta de que necesitábamos lineamientos a seguir. Nos dimos cuenta de que terapia a corto plazo no era suficiente así que pusimos en moción sesiones por semana para los clientes del primer año y sesiones cada dos semanas para los del segundo año, siempre y cuando tuviésemos los fondos para proveer el servicio., Esto probó ser un buen método.
Por lo general yo soy la primera en ser contactada cuando alguien necesita terapia. Paso muchas horas en el teléfono. Es increíble el número de veces que he tenido que escuchar a los clientes cuando les llamo a recordarles de sus citas de terapia. Pienso que esto es parte de mi ministerio. A veces es importante tener una voz amistosa que escuche cuando hemos tenido un mal día.
Pienso en Mary, quien usó nuestros servicios hasta que su tiempo se terminó. Desafortunadamente los desafíos a su salud mental eran muchos y no tuvo el apoyo de familiares y amigos tampoco – aun hoy día mantengo el contacto con ella de manera que ella sabe que no se encuentra totalmente sola. Muchas veces la he ayudado con tan solo estar allí para ella, escuchándola en el teléfono para que pueda hablar de lo que le preocupa, en vez de agarrar la botella y enfermarse.
Se me rompió el corazón cuando tuve que decirle que me estoy mudando a Kingston. Supe que ella se sentiría abandonada y sola. Sentí que necesitaría también tiempo para asimilar tal noticia y para poder decirme adiós. Pasé una tarde de septiembre con Mary con la esperanza de poder decirle que me iba de Hunstville, pero no tuve oportunidad. Sus problemas eran demasiado grandes ese día. Pasamos la tarde hablando de sus preocupaciones. Al final, le llamé cuando regresé a Hunstville, y entonces sí le di la noticia de esa manera. Permaneceré en contacto con ella, pero no será fácil estar allí para ella desde la distancia.
He hecho todas las operaciones debidas atrás del escenario, a mi propia manera – llamando clientes, enviando por correo nuestras aplicaciones, colectando objetos para subastas, mandando cartas para colectar fondos monetarios y haciendo reportes para los doctores. Toda la información que entra cae en mí, tal como catalogar donaciones, preparar recibos para el pago de impuestos y el tener al día la información financiera para el contador. Como parte de mi ministerio, preparo también los alimentos y el material necesario para nuestro retiro anual para mujeres.
He dado todo de mí, lo mejor posible, para apoyar este trabajo. Lo más difícil para mí ha sido saber que solo puedo hacer lo que puedo hacer y no más. Lo mejor que he podido hacer por los clientes es escucharlos y rezar por ellos todos los días.
Estoy triste y siento mucho dejar este ministerio y a la pequeña comunidad de amigos que han sido parte de mi vida los últimos nueve años. Estaré dejando también a mi pequeño grupo de Hermanas en el área de Toronto. No ha sido fácil reunirnos debido a la distancia entre nosotras, pero siempre nos la hemos ingeniado para estar en contacto ya sea por teléfono o por correo electrónico. Voy a extrañar a la Hermana Joanne, Elaine y a Karen, y les agradezco todo su cariño, apoyo y oraciones. Estoy agradecida a mi Congregación por haberme permitido hacer este ministerio durante 14 años y por haberme apoyado en este trabajo.
Le pido a Dios que me dé la gracia y la fortaleza que necesito para estar con una mente abierta y regresar a la Casa Madre en Kingston y a todos los cambios que se vienen en relación a nuestra tierra. El cambio no es fácil para mí, pero también sé que cuento con una comunidad amorosa que me ayudara a hacer la transición y que me apoyara en mis esfuerzos para llorar la perdida y moverme hacia el futuro.