
Felicitaciones a las Hermanas que celebraron sus aniversarios este año. De atrás para adelante, de la izquierda a la derecha tenemos a la Hermana Bárbara Thiffault, la Hermana Avida Kilar, la Hermana Pat Amyot, la Hermana Rose-Marie Bokenfohr, la Hermana Joey Doiron. Al frente de izquierda a derecha, la Hermana Dianne McNamara, la Hermana Sheila Langton, y la Hermana Alma Sutton. Adentro ustedes pueden encontrar a la Hermana M. Rosaria.
Para el día de la celebración congregacional, las Jubilarías eligieron a una Hermana para que hablara por ellas. Este año la electa para dar el discurso fue la Hermana Dianne McNamara, quien cumplió 50 años como Hermana de la Providencia. El tema fue ‘El cambio’. Aquí reproducimos un extracto de este:
Es debido a que hace tiempo Dios nos llamó, que estamos aquí celebrando el gran evento de cumplir 50, 60 y 70 años respectivamente como Hermanas de la Providencia. Este llamado nos invitó en aquel entonces a dedicar nuestras vidas al servicio de otros, fuese como maestra de música, cuidadora de ancianos, misionera al Perú, maestra, enfermera, trabajadora de niños en edad preescolar, directora espiritual o proveedora de servicios de cuidados para la salud mental.
Estamos abundantemente agradecidas a Dios por el regalo de nuestra vocación religiosa y a nuestra congregación por su fidelidad para con cada una de nosotras.
Hemos evolucionado hasta llegar a ser hoy mujeres capaces de mover nuestro enfoque de preocupaciones externas a un mucho más profundo y maduro entendimiento de la vida misma. Sabemos que no es el hacer cosas de prisa o que tan ocupadas nos encontremos, sino que es la calidad de lo que pensamos, hacemos y decimos lo que nos hace ser miembros valiosos de nuestra iglesia y de nuestra sociedad. ¡Cuánto hemos crecido como individuos desde aquel día en el que por primera vez nos paramos al pie de las escaleras de esta congregación!
Junto con nuestras Jubilarías estamos también celebrando el Año de la Vida Consagrada. ¡Qué coincidencia tan inspiradora esta es!
En sus escritos el Papa Francisco se refiere a la vida consagrada como profética. Nos llama a mirar nuestro pasado con gratitud y a vivir nuestro presente con pasión. Él dice que las religiosas necesitamos encarnar la virtud de la esperanza – esa fuerza interior que se necesita hoy día para enfrentar el caos del mundo moderno. Aún más importante, Francisco nos llama a ser testigos vivientes de la alegría del Evangelio, no sólo en los momentos de celebraciones sino en todo momento – testigos de alegría en nuestras vidas personales y en nuestra vida comunitaria.
Todas nosotras necesitamos de comunidad. Ahora que nuestros números están decreciendo, se vuelve todavía mucho más importante estar allí, presentes “las unas para las otras.” Esta conectividad y apoyo nos alimenta para seguir caminando hacia adelante. Somos necesarias todavía – necesarias para trabajar en colaboración en asuntos de violencia y ruptura familiar, para denunciar crisis ecológicas e injusticia radical. El Papa Francisco nos llama a continuar hablando a favor del respeto por toda la creación, hablar por lo objetivos de la justicia restaurativa, a favor del desarrollo sostenible y por un mejor futuro para las personas Nativas del Canadá. Aun siendo nuestra participación local, nacional o internacional en alcance, nuestro carisma y nuestro compromiso como Hermanas de la Providencia puede guiarnos a responder más humanamente y de una manera orientada en el Evangelio a los desafíos que nos confrontan.
A través de nuestras vidas religiosas, nosotras, las Jubilarías, hemos vivido con cambio constante. Conforme nos movemos hacia el futuro el cambio continuo es inevitable. La única cosa que no ha cambiado es el amor de nuestro Dios Providente, que nos ha guiado a nosotras y a todos los seres humanos a través de nuestros años formativos, apoyándonos en nuestro ministerio y envolviéndonos para llegar a nuestros años dorados y más allá.
Esta realidad, este Amor, es el manantial del cual vivimos, nos movemos y del cual sostenemos nuestro ser. Es el tesoro incomprensible – la sabiduría obtenida gracias a nuestra experiencia de vida como mujeres religiosas. Es la verdad que nos guía y que va desenvolviendo nuestro futuro y nuestro universo de lo que “es” y a lo que “debe de” ser – el vivir, el corazón latente de nuestro Dios Providente – esa energía de amor, ¡guiando y expandiéndose en una mucho mayor abundancia!
Nuestra respuesta a esta verdad permanece siendo la misma, tal y como lo fue el día que pronunciamos nuestros Primeros Votos y nuestra visión permanece enraizada en “un corazón consagrado a la caridad” – al amor, la compasión, y al vivir con ternura para con nosotras mismas y para con todos los seres humanos. Enraizadas en orar de manera contemplativa, alimentadas por la Palabra, renovadas por la liturgia y fortalecidas por la comunidad, hemos sido durante los últimos 50, 60 y 70 años y más, testigos del Evangelio. En el futuro continuaremos siendo este regalo para toda la Iglesia y para la sociedad.
Así hoy, nuestros corazones explotan de alegría al celebrar nuestro Jubileo. Damos las gracias a Dios, a nuestras familias, a nuestras compañeras Hermanas, a aquellas que han partido antes que nosotras, y a cada una de ustedes por estar aquí para celebrar con nosotras no solo este día, sino también el día de mañana y este nuestro año de jubileo.
¡Alégrese del Señor”
¡Canta a Dios!
¡Alabado sea el Señor!
- Hermana Dianne McNamara