Árboles y granero cubiertos de hielo en la propiedad de la Casa Madre, enero de 1998.
Una oficina se convierte en un dormitorio de emergencia en Providence Motherhouse, Kingston, Ontario, en enero de 1998.
POR VERONICA STIENBURG, ARCHIVISTA
Este enero es el 25 aniversario de la tormenta de hielo de 1998. Durante las secuelas de la tormenta, La Casa Madre de la Providencia ofreció refugio a miembros del público y Hermanas que se quedaron varios días entre el 8 y el 17 de enero. Repasemos un artículo de la edición de invierno de 1998 de Páginas de la Providencia. (El artículo ha sido editado por su extensión y claridad).
A raíz de una violenta tormenta de hielo que dejó a gran parte de Kingston sin calefacción ni electricidad a principios de 1998, la Casa Madre de la Providencia proporcionó refugio a algunos de los ciudadanos más vulnerables de la ciudad.
A pesar de la ferocidad de la tormenta (Kingston fue declarada oficialmente zona de desastre), el generador de la sala de calderas de la Casa Madre de la Providencia estuvo en servicio durante solo cinco horas. Cuando se restableció el servicio de energía eléctrica, quedó claro que el edificio debería servir como refugio de emergencia.
La Hermana Jeannette se puso en contacto con el Alcalde de Kingston, Gary Bennett, quien decidió que la Casa Madre debería servir como refugio alternativo para manejar el desbordamiento del Hospital Hotel Dieu. En total, 46 personas con edades comprendidas entre los 3 y los 85 años aprovecharon el albergue, uniéndose a las 18 Hermanas que también fueron desplazadas de sus residencias en la ciudad.
Las Hermanas dormían por toda la casa en sofás y colchones, algunas dormían en sus oficinas. Se instalaron colchonetas para el público en el Centro de la Providencia, lo que ofreció un mejor acceso en cuanto a instalaciones como los baños y el comedor.
Las Hermanas que vivían en la Casa Madre se tomaron el tiempo para conocer a sus invitados, compartir comidas y ayudar a pasar el tiempo mientras la gente esperaba que se restableciera la energía en sus hogares.
En conclusión, los Anales de la Congregación poseen la siguiente sabiduría para compartir:
Enero de 1998 – Tal vez la lección duradera de la Gran Tormenta de Hielo del 98 sea que junto con los sistemas de respaldo que todos debemos desarrollar, debemos recordar que el mejor sistema de respaldo de todos es una comunidad cariñosa y solidaria.